Monday, July 11, 2011

¿Para qué escribir?

¿Para qué escribir?

Partir de una pregunta es siempre un buen comienzo.

Partir de una pregunta para ahondar en algo, para profundizar, para intentar comprender, para analizar, para indagar en algún fondo inconmensurable de nuestro espíritu, para escrutar la mente y el alma.

Decido comenzar entonces este blog con una pregunta; una pregunta al fin y al cabo muy natural, dada la razón de ser de este espacio cibernético. Así pues:

¿Para qué escribir?

La pregunta al parecer es sencilla; la respuesta, sin embargo, no lo es. No obstante, debemos buscarla en el fondo del corazón y no entre las galerías de espejos que constituyen el intelecto de cualquiera.  


Sí, claro, es sabido que la misma interrogante ha sido formulada miles de veces a numerosos poetas, novelistas, dramaturgos, periodistas de todo tipo, y en general, a muchos de esos seres que como yo,  sienten  la necesidad extraña pero pugnante de sumergirse en ese oscuro mundo laberíntico de la escritura.

Hermann Broch aseveraba que se escribe para descubrir algo, mientras otros como Kafka escribían por desesperación. O como Bruno apuntaba—uno de los personajes a los cuales Ernesto Sabato dio vida en su novela Abbadon el Exterminador—, “Escribir al menos para eternizar algo: un amor, un acto de heroísmo como el de Marcelo, un éxtasis”. O quizá también, como respondió el mismo Sabato en una entrevista un día, diciendo que escribía para no morirse de tristeza en medio de ese país desdichado, el suyo, que era la Argentina.   


La verdadera respuesta (la de cada uno), me da la sensación, la encontramos cada quien en la escritura misma. No es una respuesta simple, ni mucho menos definitiva; y aunque en ocasiones la busquemos con todo el rigor de nuestro corazón y nuestro intelecto, la respuesta concreta nos elude siempre. En última instancia, lo único que se nos presenta es un simulacro de respuesta. Solo la vislumbre de su sombra cuando ya ha partido.

En todo caso escribir para seguir buscando; para correr tras la sombra que se aleja en la espesura de la tarde.

Escribir porque las palabras son como almohadas de plumas que nos permiten descansar la cabeza cuando el peso de la vida nos oprime el pecho.

Escribir porque el cuerpo entero nos lo pide; porque el corazón se pone de rodillas delante nuestro.

Escribir porque algo hay que hacer para librar la mente de los pesares que se acumulan implacablemente.

Escribir para entender. Porque entender nos da la paz necesaria para seguir preguntándonos de qué realmente se trata este turbio negocio de vivir.

Escribir parar eludir la estasis en el cerebro, causada por el peso de la sangre que se niega a correr más.

Escribir para estar en otra parte, para entrar en esos reductos nebulosos de aquel que somos o que fuimos, de aquel que estamos en proceso de ser.

Escribir entonces por todo esto y, a pesar de todo esto, seguir escribiendo.

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