Tuesday, July 19, 2011

Fragmentos de algo

Capitulo 1

— ¿Cuál es su nombre?
― Federico. Federico Márquez.
― ¿Por qué ha venido?
— Por que deseo matar a un hombre. Me dijeron que usted me podía ayudar. 
― ¿Quién es el hombre al que desea matar?


Capitulo 3

¿Qué es eso que mata?

Lo que mata son muchas cosas, sabe usted, pero no lo que la gente (o los doctores) regularmente cree que los mata. Es verdad, una bala que entra (filosa) por un ojo, resquebrajando completamente el cráneo, desgarrando todo a su paso, y que se acomoda apacible, como visita sin invitación, sobre ese órgano gelatinoso que es el cerebro, claro que sí puede producir la sensación de muerte.

Lo que verdaderamente mata son otras cosas:

El peso del frío en los huesos por la noche, por ejemplo. A veces también el dolor, aunque en menor medida. El dolor siempre llega después. En ocasiones cuando ya es demasiado tarde. Sin embargo, el dolor rara vez es lo que mata. Además puede ser reconfortante. El dolor es el cuerpo murmurándonos algo al oído. Comunicándose. Lo que mata es la agonía del dolor. El saber que el dolor ha llegado demasiado tarde. Las palabras, más bien dicho, las frases, cuando entran por la cabeza y se instalan en el corazón. La irreversibilidad del pasado. La impotencia del presente. La ignorancia del futuro. Pero nada mata más que la vida. Los días que se arrastran como culebras hambrientas en medio de un desierto insondable. Las bárbaras e inútiles guerras. Eso nos va matando de a poco todos los días. Hasta que el cuerpo dice hasta aquí, y entonces uno cree que se ha muerto de cáncer, o de pulmonía, o de un golpe en la cabeza, o hasta de un disparo.  

Mis padres siempre quisieron que yo fuera medico, pero el blanco no me viene bien, además nunca he soportado el ambiente sórdido de los hospitales. Esa gente de bata blanca…ese olor a medicinas…ese sabor metálico en la boca, bajo la lengua. Ademas es todo un espectáculo todo eso. Todo un teatro como suele decirse. Sabemos que la gente va a los hospitales a morir. A nadie le gusta ver a un familiar morir en su casa. Es desagradable. Después hay que limpiar todo con detalle y cloro; la sangre principalmente, si hubo alguna herida abierta, aunque también los orines, que regularmente sucede, aunque no lo crea, si hubo cualquier derrame. Luego las pérdidas materiales porque hay que desechar cualquier cosa que haya estado en contacto con el muertito: sabanas, cobijas, almohadas, servilletas, vasos, todo. Como si hubiera sido un leproso. Para eso están los hospitales. Yo en realidad siempre quise ser bombero. Siempre me atrajo el calor reconfortante del fuego, pero decidí ser escritor. Eso definitivamente mato a mi madre. Olvidaba eso, las noticias, cualesquiera, hasta la noticia que a primera inspección pareciese ser la mas inocente; una noticia mal dada puede tumbar a cualquiera; y por supuesto matar unos cuantos. Creo que todo es lo mismo. Todas son profesiones que prolongan la vida. Que enmascaran la muerte. A mi la muerte me tiene sin cuidado, lo que me mata, como le digo es la vida. Ese pequeño trozo de desperdicio que se nos atora en la garganta todos los días (eso es la vida).   

La medicina es una profesión detestable, eso lo saben todos. Nadie lo expresa nunca formalmente, por supuesto, no vaya ser que nos demos cuenta finalmente, o que lo aceptemos. Porque al fin y al cabo todos terminamos en un hospital algún día. Ya no sucede como antaño, desgraciadamente: la gente moría una tarde tranquilamente en su casa, después de haber planchado la ropa o hecho la comida; o sin percatarse siquiera, durante la siesta. Y era una cosa completamente natural, el morirse. Ahora ya nadie quiere siquiera escuchar la idea de la muerte, dios nos libre de semejante calamidad. 

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